Una copa sin pitada

OPINIÓN GP | FRANCISCO GONZÁLEZ GARCÍA | DESDE EL FONDO DE LA CÁRCEL

Se suele decir que la memoria del futbol es corta o casi inexistente aunque muchos equipos viven de su historia y éxitos pasados a falta de mejores resultados, bien lo sabemos los seguidores del Granada CF que durante más de 20 años esperamos el regreso, al menos a la segunda división, por no hablar de la primera división en la que competimos en los años 70 del siglo pasado. Ahora, tras aquel ascenso meteórico a la primera y la hazaña de competir en  Europa, todo aquello ya parece de un remoto lejanísimo. Poca memoria, ya saben. Pongo el ejemplo de nuestro equipo pero le pasa a muchos otros clubs. La segunda división actual está llena de eso que se llaman históricos que nunca acaban de regresar. Valga el caso del Zaragoza que de ganar la última Recopa anda ya por varias temporadas en la segunda más cerca de descender que de volver a la primera. Y habría otros casos.

Siguiendo con eso de la poca memoria quisiera comentar la final de la copa del Rey, recién disputada. Habría que remontarse a la final de la temporada 2012-2013 (Real Madrid- Atlético de Madrid, con 2-1 para los colchoneros en la prórroga) para no encontrarse con un equipo cuya afición, en eso que han dado por llamar la fiesta del futbol, se dedicara al deporte de pitar el himno nacional y la presencia del Rey (recordemos que la Copa de España la instituyo Alfonso XIII, aunque luego fuera Copa de la República y luego del Generalisimo… en fin, cosas de la historia). Desde el 2014 al 2019, en 6 años sucesivos, la afición del Barcelona, al menos buena parte, llena de la soflama del independentismo se dedicaba a pitar el himno. Ya parecía una tradición. Por supuesto que ganar el título les llenaba de orgullo, en un ejemplo más de aquello que podríamos denominar a Dios rogando y con el mazo dando (versión a España maldiciendo pero sacándole los cuartos). La pitada era doble si el contrario era el Bilbao, por ejemplo. En la final del 2020, sin público, por aquello de la pandemia, no hubo pitos aunque seguro que parte de las aficiones vascongadas se quedarían con las ganas (aclaro que las Vascongadas era como se le llamaba a las provincias del País Vasco antes de la Constitución de 1978). En 2021, jugada pocos días después, igualmente no hubo pitada por la ausencia de público.

Y con estas llegamos al 2022 en que con público no parece que ni la afición del Betis ni la del Valencia tuvieran en mente mostrar desprecio ni al himno ni al Rey. Hasta donde me pareció ver y oír, claro. Pero si hubo tres cosas que vi y que no me gustaron. La primera fue el intento de imitar a los shows americanos estilo superbowls con los espectáculos musicales previos. Me pregunto que “leches” pintaba Alaska y su marido y sus grupos actuando antes del partido. No por desprecio a su música, que ni fu ni fa, digamos, sino porque el montaje parecía mal cronometrado y los equipos estaban ya en el campo y aún no se había desmontado todo el atrezzo cuando ya se estaban sorteando los campos. El encuentro comenzó con dos minutos de retraso. Eso pasa en un partido de liga y multan al club local; con lo puntillosas que son las televisiones con los horarios. Y para eso hay que aguantar  partidos a las 12 de la mañana un domingo. Eso fue lo de menos.

Más horrible y bochornoso fue la entrevista de “lameculos” que le realizó Telecinco al tal “Rubí”, a ese señor que se cree perseguido y que se declara inocente de todo. ¿A que vino semejante bochorno?, ¿Para asegurar la retransmisión en otros años?

Y peor fue tener que ver a ese “Rubi” sentado al lado de Felipe VI. Imagino que el protocolo lo exigía, pero ahí sí que me dieron ganas de pitar.

Menos mal que el partido valió la pena y hablando solo de futbol hubo buen juego y eso sí fue una fiesta.