Siempre brilla el sol
OPINIÓN GP | ANTONIO BARRANCO | DESDE PREFERENCIA BAJA
Amaneció nublado y con una lluvia que hacía presagiar un domingo oscuro en Los Cármenes, pero como la canción de los Lori Meyers, siempre brilla el sol. Teníamos ganas de volver a Los Cármenes, tras quince días sin pisarlo. Además, existían estímulos para potenciar más esas ganas, vuelta de la (no sin polémica) grada de animación, duelo ante el Córdoba (un clásico de nuestra historia) y ver cómo se desarrollaba el «nuevo» equipo, ahora entrenado por Fran Escribá.
Al Granada se le hizo bola la primera parte, desde el minuto 1, todos en las gradas sabíamos que de nuevo tocaba sufrir un poco con el equipo.
El Córdoba, bien plantado, puso las cosas difíciles desde el principio, con una presión alta que asfixiaba cualquier intento de salir jugando. La idea de los de Ania era clara, que se jugara lo máximo posible en campo nazarí. Lo estaban consiguiendo con un equipo bien plantado y que hacía que el Granada se diera de bruces con su medio de campo.
Todo cambió cuando Theo Zidane fue expulsado por esa entrada tan aparatosa a Brau. Una patada a la altura de la cabeza, que aunque fuera involuntaria, ponía en serio riesgo la integridad del jugador nazarí.
Al principio, la roja nos dio esperanzas, creíamos que el partido caería de nuestro lado rápidamente. Pero lo que vino fue una especie de desesperación colectiva.
Tuvimos las ocasiones más claras, como ese cabezazo de Boyé que parecía un gol cantado, pero ahí estaba Carlos Marín, el portero del Córdoba, haciendo milagros bajo palos.
Con cada ataque fallido, empezaba a crecer ese miedo, ese nerviosismo de «¿otra vez igual?». La grada empezaba a inquietarse.
El Córdoba, incluso con diez hombres, resistía como si fuera el último partido de sus vidas, y nosotros nos atascamos, una y otra vez.
Pero entonces, cuando ya todos estábamos resignados al empate, en el minuto 91, llegó el momento. Siren Diao, que acababa de entrar al campo, aprovechó ese centro preciso de Trigueros y remató como si el destino del mundo dependiera de ello.
No hay mejor sensación que la de un gol en el último minuto, es algo que se tiene que vivir y sentir.
Repitiendo de nuevo a los Lori, es tan frágil como existir y sobrevivir hasta que llega el final…